El espíritu católico, heredado de la Madre España, procuraba siempre levantar el lugar del culto donde se ivan presentando núcleos de Población. Así fue como en el paraje el HERRERO, donde se había fundado un real de minas, s edificó una capilla provisional y un padre Marques celebró allí la primera misa para los vecinos, con motivo del natalicio de Carlos IV Heredero de la corona española. A este hecho memorable se debe el haber el haber dado al incipiente caserío el nombre de Carolina del Príncipe. El lugar era malsano y lo habitantes se dieron a la tarea de buscar un sitio de mejores perspectivas, y lo encontraron: La región de las Claras donde fundaron a Carolina. Familias de apellido González, Fonnengra, Restrepo y Echeverri, se radicaron en la parte alta de la Población actual, en el año de 1783. Allí edificaron una capilla pajiza y el caserío fue tomando importancia hasta llegar a ser pronto viceparroquia de Santa Rosa de Osos.
De esta capilla hace mención expresa Monseñor Ángel Velarde y Bustamante, primer obispo que desde Popayán vino a visitar estas regiones en el año de 1972.
Por el auto de la visita consta que ya existía en dicha capilla la imagen preciosa de la Conchita, quien ha presidido los destinos y el progreso de la ciudad.
El mismo monseñor Velarde y Bustamante, ante el crecimiento de la población por el auge de las minas, dictó el decreto de creación de la Parroquia de Carolina del Príncipe, el 15 de Junio de 1801 y nombró como primer párroco al padre CASIMIRO TAMAYO quien la administró por 9 meses y quien inició con la construcción de un templo nuevo en tapia y teja de barro.
Después del padre Casimiro Tamayo, llegó a regir los destinos de la parroquia el padre JOSÈ MARÍA EUSE quien continuó con la construcción del templo, obra que estuvo después bajo la responsabilidad de insignes sacerdotes tales como: Pedro J. Pérez, Salvador Yépez, Manuel Fernández, José J. Rojas y de manera especial por el padre Antonio Ramírez quien dirigió los destinos de la parroquia por 42 años (1827 a 1869) al que dedicó su vida y sus desvelos. De este templo habla Monseñor Juan de la Cruz Gómez Plata, segundo obispo que visitó la parroquia por 3 veces: 1840, 1845 y 1847. En su segunda visita ordenó que en los domingos y días festivos, al momento de la elevación se hicieran sonar las campanas de la Torre.
Con el paso del tiempo y gracias al crecimiento de la población, se exigía construir un nuevo templo y fue así como el mismo monseñor JUAN DE LA CRUZ GÓMEZ PLATA ordenó que se procediera a construir un nuevo templo más grande y más hermoso, con las verdaderas reglas de arquitectura que fuera suficiente para el número del pueblo, y para esto se dispondrá de las alhajas y joyas de la patrona que no sean útiles para su uso y adorno, y de las alhajas y joyas del AMO SACRAMENTADO. La disposición episcopal se cumplió en los años siguientes, pues ya en 1861, el tercer obispo que vino, Monseñor Domingo Antonio Riaño, dejó estampadas en su auto de Visita estas palabras: “Con mucho placer de nuestro corazón, felicitamos al señor Cura y a la feligresía de Carolina del príncipe que han emprendido la obra de Construir su nuevo templo, haciéndolo más grande y hermoso para su comunidad”
Mientras se hacía la nueva construcción el culto volvió a la antigua capilla pajiza y allí se atendía a los fieles, pues el mismo Monseñor Riaño dejó escrita esta recomendación: “… en vista de la dificultad que se presenta a los fieles para concurrir a la misa y a la predicación y a la enseñanza de la doctrina cristiana los domingos y días de fiesta, por ser tan numeroso el vecindario y la capilla del cementerio tan pequeña, autorizamos al señor cura párroco para que ponga un altar portátil en la nueva iglesia de esta parroquia, lo bendiga y pueda celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y predicar la palabra divina en los domingos y días de fiesta. Más no podrá hacer mas de estas dos cosas en dicha iglesia”. En el inventario de 1861 figura ya le nuevo templo con sus dos techos entejados en firme, con la cúpula, la misma de hoy y con dos campanas de metal.
Diez año más tarde, en 1871 siendo párroco el Pbro. JUAN NEPUMUCEMO CADAVID, sucesor del padre Antonio Ramírez, vino el cuarto obispo, Monseñor José Joaquín Isaza, coadjutor del ilustrísimo señor VALERIO ANTONIO JIMÉNEZ, obispo de Medellín, por destierro del obispo de Santa Fe de Antioquia y en su auto de visita dejó estas apalabras: “Siendo de primera necesidad que se termine lo más pronto posible la construcción del templo de Carolina del Príncipe, ratificamos el nombramiento de los miembros de la Junta que dirige la obra especial de la iglesia, hecho por el pueblo en los señores Juan Nepumocemo Cadavid quien fuere cura de esta parroquia, Víctor Vélez, Atanasio escobar, Juan Pablo Arango y Jesús María Tamayo quienes se merecen la confianza del pueblo”. Cabe anotar que el señor Jesús María Tamayo es el padre del Presbítero Julio Tamayo, párroco de Carolina por 22 años hacia la mitad del siglo XX.
Para el año de 1894, el sexto Obispo que visita a Carolina Juan Nepumucemo Rueda deja constancia que encuentra el templo en muy buen estado y en virtud de ello manda fundir una o dos campanas que le dieron la majestuosidad a la edificación. Para este tiempo la torre ya cuenta con el reloj de campana colocado en el centro de la torre del templo parroquial y que se conserva hasta hoy.
Con el paso del tiempo el padre Nereo medina edifica un nuevo frontis para darle así un mejor aspecto al nuevo templo de Carolina, colocando la puerta principal al centro y las puertas laterales saliendo por lado y lado del templo, las torres remataban en imágenes de las cuales se recuerda: a san pedro, san pablo, San Emidgio y santa Bárbara. Con el correr de los tempos un rayo los averió y se retiraron de su sitio.
El padre Rafael Pérez fue otro de los insignes sacerdotes que pasaron por la comunidad de Carolina y a él se le debe la construcción de la Casa Cural.